CARTA
Las luces se me apagan, compañero. Me siento aquí en mi cuarto a rumear mi deficiencia y a ponerme, otra vez, en juego. Más, qué será esta vez? Una canción? un cuadro? un poema? un guión engavetado y sin luces? un post? La pregunta se me ha quedado encarnada: las preguntas se encarnan con maldad, cuándo se encarnan. Con esa maldad que me impide incluso repetírmela sin erizarme la piel. Entonces me vuelvo un objeto conmigo mismo, no me hablo y me ignoro. Y cuando logro sobreponerme de mi propia adolescencia de sentidos, confecciono una larga lista de citas, un anecdotario filosofal que delimite mi metáfisica provisional en un solo, y de paso, sólido paradigma. Recuerdo aquella de la angustia y la autenticidad, me admiro ante Cortazar: "Las costumbres son formas concretas del ritmo, son la cuota de ritmo que nos ayuda a vivir". Y me quedo humillado y sin costumbres. Tal vez no he sido justo con mis veinte años y me he enfocado demasiado en cosas que a la larga no valen la pena,...