LA VERGUENZA
"Más, si tuviera en mi paisaje, solo las ruinas vacías, la vergüenza tendría. A qué más?"
(La Vergüenza, Silvio Rodriguez, Días y Flores)
Leyendo, muy convenientemente, a Silvio, salió a relucir la anecdota de sus burlas a un periodista chileno que respondía a una invitación sencilla con un miedo vulgar ( y evidentemente humano) a una ensalada: "esas cosas me las tengo prohibidas". Con mucha voltereta, Rodriguez le citó a otro escritor en cuya historia se apoyaba para afirmar que "no le gustaba la gente que se limitaba a si misma".
Bueno, yo no llego a tanto, en realidad, me gusta la gente en escencia; lo que detesto es la autocensura. Cuando se olvidan los roles autoimpuestos y se es permitido ser, así nomás. El que no se desvela porque debe levantarse temprano, el que no come de más por miedo a la venganza de sus adipositos, así como el que se busca en la gente por miedo a la cinta amarilla con el letrero de "no pase" en las sienes, no me repelen, me repele su miedo y su ausencia de sí. Quizá es eso lo que nos corrompe a todos nosotros: "niños buenos e inteligentes, jóvenes promesas, monedas de oro embarradas de mierda" y nos transforma en ellos: "los de bajar la cabeza y cambiar de acera".
Si bien no estoy a salvo de esa voracidad de la suerte, los insto (ya que se toman la molestia de leerme), a no censurarse, no hay molestia, no hay spam, no hay pasos mal puestos. La peor vergüenza es la de volvernos las espaldas a nosotros mismos.
(La Vergüenza, Silvio Rodriguez, Días y Flores)
Leyendo, muy convenientemente, a Silvio, salió a relucir la anecdota de sus burlas a un periodista chileno que respondía a una invitación sencilla con un miedo vulgar ( y evidentemente humano) a una ensalada: "esas cosas me las tengo prohibidas". Con mucha voltereta, Rodriguez le citó a otro escritor en cuya historia se apoyaba para afirmar que "no le gustaba la gente que se limitaba a si misma".
Bueno, yo no llego a tanto, en realidad, me gusta la gente en escencia; lo que detesto es la autocensura. Cuando se olvidan los roles autoimpuestos y se es permitido ser, así nomás. El que no se desvela porque debe levantarse temprano, el que no come de más por miedo a la venganza de sus adipositos, así como el que se busca en la gente por miedo a la cinta amarilla con el letrero de "no pase" en las sienes, no me repelen, me repele su miedo y su ausencia de sí. Quizá es eso lo que nos corrompe a todos nosotros: "niños buenos e inteligentes, jóvenes promesas, monedas de oro embarradas de mierda" y nos transforma en ellos: "los de bajar la cabeza y cambiar de acera".
Si bien no estoy a salvo de esa voracidad de la suerte, los insto (ya que se toman la molestia de leerme), a no censurarse, no hay molestia, no hay spam, no hay pasos mal puestos. La peor vergüenza es la de volvernos las espaldas a nosotros mismos.
Comentarios
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