HACÍA TIEMPO QUE NO LLORABA
No se qué hora sería cuándo me levante a escribir. Sé que habia luna y mi ventana estaba medio cerrada, había hablado largo rato y me sonaba en las sienes el pulso telefónico y lo peor: lo contestaban, al telefono de mi cabeza, a cada segundo con una voz burlona que decía "aló, aló..."
Decía que no sé a qué hora me dio por escribir. Sé que tuve que frotarme los ojos para entrever la claridad del monitor, y me golpee la mano con el filo del escritorio para alcanzar el mouse. Que tuve que hacer un acople consciente de fuerzas para no caerme de lado al sentarme. Y escribir.
No sé a qué hora, pero sé que escribi algo. No sé qué cosa, ni dónde está ni cuál es su importancia.
Tal vez tenía que ver con una mano blanca y femenina que me rondaba los sueños segundos antes, a esa si que la recuerdo. Se posó sobre mi cabeza, como si yo fuera un perro, un perro sarnoso y malquerido, y me recorrió el pelo hasta la nuca, luego me tocó la cara y paró en mi boca para que yo la besara. Y la besé. Le di un beso en la boca a la mano blanca. Entonces se fue. Quizá fue ahi que me levanté a escribir. Pero, qué?
O tal vez no fue eso, tal vez he escuchado demasiada musica y, como previeron todos, me he vuelto mongólico al punto de la amnesia. A lo mejor ni me levanté ni escribi. En todo caso si estuve cansado y senti el peso de mi mismo que me indica que no duermo más, es decir, que si me levanté, y si escribi.
Quizá escribi de una casa sola (conmigo, sola conmigo) y amigos de fines de semana en sus confines, realizando la eutanasia dulce de sentarse a mi lado y llorar mis penas. De irme matando poco a poco y, como en el sueño, casarme con una sola mujer.
Total, no sé qué hora sería, y a estas alturas ni sé qué escribi. Pero la película española todavía sonaba en la tele y la apagué, y me quede, frente a la máquina maquinando un mecanismo redundante, y lo solté y lo escribí. Y estoy seguro de haber llorado frente a mi escrito, por bello o por triste, dá igual, porque tengo los ojos rojos y la certeza absoluta de que no lo voy a recordar jamás.
Decía que no sé a qué hora me dio por escribir. Sé que tuve que frotarme los ojos para entrever la claridad del monitor, y me golpee la mano con el filo del escritorio para alcanzar el mouse. Que tuve que hacer un acople consciente de fuerzas para no caerme de lado al sentarme. Y escribir.
No sé a qué hora, pero sé que escribi algo. No sé qué cosa, ni dónde está ni cuál es su importancia.
Tal vez tenía que ver con una mano blanca y femenina que me rondaba los sueños segundos antes, a esa si que la recuerdo. Se posó sobre mi cabeza, como si yo fuera un perro, un perro sarnoso y malquerido, y me recorrió el pelo hasta la nuca, luego me tocó la cara y paró en mi boca para que yo la besara. Y la besé. Le di un beso en la boca a la mano blanca. Entonces se fue. Quizá fue ahi que me levanté a escribir. Pero, qué?
O tal vez no fue eso, tal vez he escuchado demasiada musica y, como previeron todos, me he vuelto mongólico al punto de la amnesia. A lo mejor ni me levanté ni escribi. En todo caso si estuve cansado y senti el peso de mi mismo que me indica que no duermo más, es decir, que si me levanté, y si escribi.
Quizá escribi de una casa sola (conmigo, sola conmigo) y amigos de fines de semana en sus confines, realizando la eutanasia dulce de sentarse a mi lado y llorar mis penas. De irme matando poco a poco y, como en el sueño, casarme con una sola mujer.
Total, no sé qué hora sería, y a estas alturas ni sé qué escribi. Pero la película española todavía sonaba en la tele y la apagué, y me quede, frente a la máquina maquinando un mecanismo redundante, y lo solté y lo escribí. Y estoy seguro de haber llorado frente a mi escrito, por bello o por triste, dá igual, porque tengo los ojos rojos y la certeza absoluta de que no lo voy a recordar jamás.
Comentarios