miedo
Se me ha ocurrido recientemente que tal vez no soy quien deba ser. Sin duda alguna, debo ser un genio, un asceta entregado a ser. Pues bien, se sabe que en la vida de todo genio hay una iluminacion final, una epifanía que lo lanza desmedidamente hacia el destete y el compendio de la sabiduría universal. Por ejemplo, para Freud algun trauma adolescente, para Siddartha el rio y el hijo, para Oliveira, la Maga.
Si las cosas fuesen como deben ser, mi alumbramiento esta cerca, hay algo a la vuelta de la esquina que clama por todo mi amor, porque mire a los hombres del mundo con admiracion y me enternezca con su modestia.
Asi pues, la espiral descendió, llegue al fondo, me aferré a él, cole mis dedos por entre su arena de cúspide, luego mi brazo, mi hombro, asomé la cabeza y me deslizé por entre sus ruinas con la maravilla en el cuello de la nuca. Es decir, que no me ha ido bien. He muerto, he visto a las hienas, han matado a mi familia y me abrazé a todas las tentaciones a sabiendas del oprobio que ello representaba. El alumbramiento prometido debe ser la falta de aire, la incapacidad de mirar hacia abajo, no temer a nada implica el hecho horrible de no tener nada que perder.
Entonces, nada tengo.
Sin embargo temo, impertinentemente, temo. El miedo se mete por entre mis sabanas, por las rendijas, por las persianas, por el crujir de la cama, por el sudor, por la tele, por la iPod, por los apretones de mano y esta claro, soy un hombre maltrecho, soy un pedacito de lo que puedo ser.
Que no daria, aun asi porque todo fuese arrebatado. Por que todo fuese arrebato. La musica, el aprendizaje, las palabras, el apego, el on y el off, todo yerto, todo ido.
Coño, soy un cobarde.
Todo lo odio con el vello mas impúdico de mi amor, y que amor tan bello, pero que horribles las palabras que tengo que esgrimirle! Todo, una cola, un embotellamiento constante, la necesidad impoluta de que todo, todo deje de ser para que…
Y temo, mientras tanto, en lo que llega, por si acaso, porque, por eso, resolutamente, temo.
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Miedo
Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan;
se hunde volando en el Cielo
y no baja hasta mi estera;
en el alero hace el nido
y mis manos no la peinan.
Yo no quiero que a mi niña
golondrina me la vuelvan.
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Con zapatitos de oro
¿cómo juega en las praderas?
Y cuando llegue la noche
a mi lado no se acuesta...
Yo no quiero que a mi niña
la vayan a hacer princesa.
Y menos quiero que un día
me la vayan a hacer reina.
La subirían al trono
a donde mis pies no llegan.
Cuando viniese la noche
yo no podría mecerla...
¡Yo no quiero que a mi niña
me la vayan a hacer reina!
Gabriela Mistral