El ULTIMO ALMUERZO (post inspirado por el te de Filo)
El día en que partí caminé por las calles como si nada fuera a pasar. Puerta tras puerta visité a mis amigos y me despedí con largos abrazos fuertes. San José estaba gris, como siempre y yo pesaba sobre sus aceras como mi resaca de despedida anterior. Devolví lo que me habían prestado en todos los umbrales amigos. Cerca de la universidad, y a la hora de almuerzo me encontré con dos amigas, Ch. y S. que también salían a almorzar. A esta última la conocí a medias por un romance de días en el colegio y no la había vuelto a ver hasta unos días antes, cuándo ya esperaba el día de la partida. S. estaba más alta, con otro color de pelo, con la silueta más definida y una cara de estudiante cansada que se acomodaba en sus lentes que logró despertarme la nostalgia por aquellos pocos días de secundaria. Y no sé si fue que Ch. no paraba de hablar, o que S. se vio particularmente triste al enterarse que me iba, o esa forma de levantar los hombros al apoyar sus brazos en la mesa, o el solecito de me...