hablemos del clima
Se ha despertado el día, desde hace días, desembarazado de arrestos, de frío y de nubes. Días hermosos, estos, en los que lavamos el carro antes del mediodía, en los que nos borramos la noche y las legañas con el motivo diurno de la luz solar, con los árboles sin otoño, sin escarcha, con motores saludables, con espejuelos negros, con relojes de plástico, resistentes al agua y a la sal. Son días de chalecos salvavidas. Hay quién diría que queda poco por vivir, que la alegría de la inmortalidad de las almas se disipa poco a poco por el cáncer y por el catarro de darle vueltas al sol. Yo digo que no hay alegría mas grande y más longitudinal que la alegría acumulada. Y asi, como el cúmulo de las felicidades, que vengan lluvias de Abril, que vengan vientos de playa, que se vaya el frío, que nos cagemos de arena en el Castaway, como hubiese querido Antoine de Saint Exupéry, viendo puestas de sol, que vuelen los pelos de las mascotas, que cubra todos los días el pólen la pintura de los carros