FINAL FELIZ

"Shakespeare es, de algún modo, el miserable John Vincent Moon"

(Jorge Luis Borges)



Esa mañana abrieron las puertas con las caras planas de cristal. Habían pasado la noche haciendo preparativos y casi todos los empleados de La Ventanilla apostaban a que verían entrar en cualquier momento a Alejo cargando su mochila beige y su paso acelerado de sudor; solo unas pocas muchachas tenían confianza aun en la sensatez que les imponía una infancia de electrones rosados.

Más o menos a las nueve y diez entró el héroe imperceptible. Sin que nadie lo notara pidió información y se sentó convenientemente. Sin aspavientos.

Mas tarde, a la hora de almuerzo quizá, los empleados se paseaban con la cabeza baja sin poder entender el por qué de la pesadez y el descontento. Algunos concluyeron que si en realidad eran muy-buenas-personas estaba mal reírse-de-alguien-mas y le pidieron en secreto perdón a todos y vivieron felices-para-siempre. Otros se hicieron de espuma y como una mole anduvieron las calles con antorchas y azadones derribando todo a su paso. Pocos estuvieron de acuerdo en el desconcierto, la sola idea daba risa.

Aunque Alejo siguió yendo casi todos los días, nunca nadie volvió a saber de el, en general, se asumió que había tomado un barco a la India, encontrado tesoros y la fuente de la vida eterna; en lo sucesivo, quién quisiera se lo podía imaginar con trajes blancos rodeado de sirvientes con abanicos gigantes y tigres echados a sus costados.Nadie nunca se atrevió a desenredar el proceso en el que Alejo y los de La Ventanilla se habían fundido irremediablemente siglos atrás llegando a ser la misma persona. Infectados de la misma vacuidad común.

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