IR ACOSTUMBRANDOSE

Hoy he dado de frente con el vaticinio descarado de que en un tiempo corto, pero impreciso, desapareceré. Eventualmente bajare de estatura y se ensancharán mis huesos, mis manos se harán torpes y agitaré con fuerza todo lo que quepa en ellas, se fruncirá mi ceño permanentemente abultando mi frente, mi ya escaso vello facial se limitará a una línea discontinua sobre mi labio superior y haré trizas los pedacitos de idioma que ahora atesoro. Mi cabeza ganará una forma más bien achatada, como la certeza de que el mundo es una esfera. Será imposible crear música otra vez, por eso me limitare a saltar bruscamente cuando me toque el bombo y el bajo eléctrico. Mis pantalones darán cabida lentamente a otros miles de pantalones y aproximadamente a cuarenta y siete Yos desnudos. Al fin dejaré de ser la isla que fue Piñera.

Hoy me han tocado la cotidianeidad con la malevolencia del taimado. Me han pronosticado una metamorfosis inminente con una sonrisa en la cara. El hombre que soy, el que he construido con retazos de lo que quise ser una vez, no será más. Moriré y de mi saldrá bobalicón el fruto de lo que me prohíbo constantemente. Seré el portador de la infancia descarriada y de la propaganda de los zapatos de goma. Andaré constantemente envuelto en una gelatina grisácea e impregnaré a todos con mi andar suculento y mi renacimiento pagano. Cada dos fines de semana iré a visitar mi tumba con la boca abierta y el bigote inválido poseyéndome las sienes hasta que vaya perdiendo la costumbre del luto.

Me lo dijo una cucaracha que nunca fue hombre, que erguida en dos de sus patas resbalosas, ostentaba una camisa sin mangas. Me daba la mano y se reía a carcajadas. Yo también reí a veces.

Hoy, de tanto revisar los cordones sueltos en la plenitud de un parque de hombres muertos he decidido testar debido a la prontitud de una muerte tan inminente e impuesta. Por más que quisiera ser capaz de legarme a mí mismo no consigo dar con el botón que me expulse. Debe ser producto de mi muerte prematura.