PROSCRITOS

Quedamos tendidos uno sobre el otro. Tú sudabas y respiraste agitada. Abrías y cerrabas los dedos de las manos y de los pies (mas tarde me contaste que era para aliviar el bochorno de estar desnuda por tanto tiempo). Comenzaste por palpar los huecos en la cama, los espacios en los que debimos haber estado y el espaldar que tan bien conocían tus manos, luego mi espalda y mi pelo al fin.

Yo me acosté boca abajo, puse a reposar mi cabeza sobre tu pecho. Mis manos se me perdieron definitivamente y después de mucho esfuerzo logre situar mis piernas flaqueando cuando entrecruzamos dedos gordos.

Así nos quedamos aproximadamente dos años y quince días, y estoy seguro de que fue, mas que todo, por miedo a descubrirnos apostándonos las gargantas o de admitir que el próximo paso a seguir era levantarse. Te amé por ese temor que me infundiste sin preponértelo.

Nos levantamos a comer, luego al muelle a ver amanecer. Improvisamos el mercado negro de manta rayas y aprendimos cómo la carnada y el jugo de naranja son prácticamente idénticos. Tambaleante, el tablado, te escucho decir adaptaciones de Bécquer y lloraste al escuchar a The Doors en el regreso a casa.

Creo que nunca podré perdonarte por ese movimiento súbito de cabeza y ese gemido irritante puesto que lo que no adivinaste y, probablemente nunca sabrás, es que en algún momento entre la cama y Jim Morrison, me prometí con firmeza no volver a dejarte extraviar mis manos jamás. No te lo mereciste nunca. Ni ellas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Adiós desde nuestro Boletín

Bienvenido a Gugacheck.com !