COMPLEJO

Mundo como tal, solo mundo más abierto al mundo elemental.
Polvo en la ciudad de lo inerte que le presta muerte al mundo como tal.
Y vida al final, tiempos de matar; vida entre lo demás,
después la verdad, solo oscuridad, gritos de muerte y vanidad.
Pero mi ciudad me da vida, pasajera de lo natural.
El mundo y la paz, después la verdad: polvo de muerte en mi ciudad
(Datura/Anatema, Complejo. Con adaptaciones momentáneas.)

Lo confieso, de vez en cuando me asalta la mas profunda de las tristezas. Me acurruco en cualquier esquina con la idea de que, pase lo que pase, no voy a mover un dedo por nada ni nadie. Y pasa el mundo y pasa la vida.

Y con el cliché de que sería bueno extender las manos y tocar a alguien afín se me acalambran los brazos. Y cuando "alguien afín" demuestra su nitidez, su falta de esquinas, su desprendimiento de mi (aun en las formas anímicamente aceptables) me acurruco aún más.

Lo confieso, tengo nostalgia de mí, me ha pasado siempre. Prescindible hasta la médula, no ganaría en ningún ring del mundo. De vez en cuando encuentro a alguien ("alguien afín") que no prescinde tanto, hasta que aflora y afloja. Me afloja a mi y me desprendo. Con la más increíble tristeza. Y quedo con cara de cinco años, haciendo pucheros y dándome galletazos para reaccionar. Soñando con reencuentros inanimados, insípidos, inaceptables.

Si, me alegro por "alguien afín", por su capacidad de vuelo; me alegro de no haber tenido que bajar del árbol a recoger sus pedazos de aterrizaje forzoso. Pero me pone triste (jodídamente triste) subir solo otra vez, cargando los míos rotos.