confortably numb

Al incorporarse ya era de noche. Había pasado mucho rato en el sillón y ya la funda había vagado por todos los rincones de la habitación. La noche anterior había llorado como un niño y no pegó un ojo. Cuando amaneció caminó desnudo por su casa vacía, hizo un amago para cortarse las puntas del pelo, se duchó, se afeitó, y se acicaló como parte de un rito cuyo propósito final le era desconocido aun. Salió mojado del baño y caminó un poco más por la casa. Afuera el día era glorioso, no había ni frio ni calor y la luz se infiltraba por todas las grietas de su casa. De pie frente a la ventana pensó en salir a jugar con los niños del barrio, en romperse el brazo en un tobogán y volver llorando a los brazos maternos, pero se detuvo por la sobriedad de su imagen desnuda reflejada en un camión de Fedex.
Se había sentado en el sillón de la sala, esperando una visita, un soplo de vida. Esto no era aburrimiento, le divertía inmensamente su estado actual. Sutilmente sentía crecer sus ojos, sentía el color rojo en sus pupilas, le pesaron las extremidades por una noche insomne y se hundía incansablemente en el sillón de cuero falso. Sin embargo dormir no le estaba permitido.
Había pasado una noche en vela enroscado en su almohada, las cobijas en el suelo y a moco tendido. Los niños no lloran por las mujeres, sinó que les juegan bromas pesadas, les pintan bigotes, les jalan el pelo después de haberles pegado el chicle, les regalan sapos y cocuyos en cajas de fósforos, pero no lloran por ellas. Y él asumió que no había nada infantil en su comportamiento. Le aterraba la idea de abrirse la piel, de dejar de respirar.
En el sillón cabeceaba intentando dormir. Ya se hacía de noche nuevamente y él no tenía adonde ir. Veía saltar su estómago del hambre acumulada y aun asi se quedaba tirado más por inercia que por determinación. En otro plano había viajado por diferentes mundos virtuales: se había recriminado su posición, el hecho de estar en pelotas en la sala y sin seguro en la puerta, el hecho de haber crecido tan irremediablemente, de haber llorado solo sin que nadie lo viera. Recordó sus pocos entierros, de ojos secos y miradas atónitas, nada de llanto y se le fue a salir solo y de noche, sin testigos.
Si se siente, si duele, si hay una chispita en algun lado y eso le había robado el sueño. Él ya no era un pasajero frío de las cosas, era un hombre desnudo con el culo pegado al cuero falso de un sillón, con los ojos rojos por haber llorado toda la noche.
Entonces se le asomó un esbozo de sonrisa al rostro y aprovechando sus nuevos aires se incorporó, ya de noche, para ir a buscar algo de talco.