JUEVES o UNA TARDE EN MACEDONIA

Desde la mañana ando chocando con las paredes. Al mediodía me vi ante el escritorio con la mas asfixiante necesidad de caminar. Quise llevar años en el mismo lugar y merecerme esos lujos. Ser M. Santomé y salir a reputear a medio mundo. De pronto, caminar por las calles llenas de gente, chocar, ir apurado (adonde?) y pararme en una esquina o sentarme en una plaza. Hace tiempo ya, me encontraba saliendo en la noche de la Universidad y conversando con los borrachos. Cantando canciones de madrugada al lado de los buzones con los pobres desdentados del mundo. Iba y nada me era ajeno, la noche, el día la lluvia, me permitía darle la cara y exhibirme para nadie. Caminé por S.J. centro y me senté en La Cultura a ver pasar la noche. Sin miedo, fui adónde me llamaron y escuché las vidas de miles de cantantes famosos que pedían monedas. Le hice coro a "Marito Mortadella", en cualquier esquina. Era un tiempo en el que daba un paso después del otro, en el que era malo para los deportes y bueno para los teatros. Era un tiempo en el que la lluvia no pesaba tanto. Era un tiempo en el que todo lo que estaba fuera de mi era noble y hermoso. ¿Y qué hago ahora?Voy de Macedonia a Constantinopla y juro que cualquiera de los caminos va a dar conmigo. De repente soy un tipo con una pared en frente que se pellizca para salir a la calle. ¿ Me agarró la vida? Un tipo que va al baño como excusa para oirse un poquito los pensamientos. Un Traveler, miembro cesante del Club de la Serpiente que le cogió miedo a Cortazar. El tipo que asiente en el sillón sin molestarse en responder. Al que la historia le parece tan simple como fechas sin nombres. Ya hay quién no daría un duro por mi.
Total, es cierto que hacen falta los choques y que no hay musas ni desalientos, aun me asfixio. Me asfixio, me hundo, me hundo y no sé salir. No quiero, de verdad, no quiero aprender esas tareas de hombrecito de billetera gruesa y vidrios polarizados. Mi voluntad, mi actitud han pedido la baja, y son despedidas con anotaciones bochornosas. No importa, la vida es una fulana y no hay tiempo para bajar las cabezas. Ding-dong-dang (las campanas) se doblaron. No quiero más. Aire. Aire. Aire. Aire. Aire. Aire. Aire. Aire!!!
Un capítulo más, vuelta de página, cierren el libro. Hay que cerrar los ojos y tocar la punta de la mesita de noche con el ejemplar en el pecho. "Que bueno que así no es la cosa". Hay que apagar la TV, romper la radio, cambiar la cara. Y dejar de chocar con las paredes. Y pensar que la vida no nos ha tocado, que le tocamos a ella y le debemos por eso. Que, lo que venga, hace falta y que somos vasos medio vacíos (o que el calor es la ausencia de frío y etc.), en el sentido más optimista de las palabras. Y salir a caminar para regresar, después de la plaza, de la esquina (ajenas) a la misma mierda. Esperar a que, un día despistado, algún incauto pase y escuche la vida recitada etílicamente en la esquina.
Y no chocar con las paredes y obviar la claustrofobia de estar aqui, así, en estas fachas.

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