( -SIN TITULO- )

"...y dejó sus restos a los amigos pidiéndoles solo paredes para
sostenerlos"
(Silvio Rodriguez, El pintor de las mujeres soles -Causas y azares-)


Siendo sincero hay de qué escribir hoy. Por ejemplo, me duele la espalda de caminar con amplificadores a cuestas; mi cuarto está atónito por su nuevo orden efímero; tú te has dado a la fuga sin por qué, el mundo está califrio con senos al aire y collares de colores... pero en el fondo del plato queda la muerte posible, cercana, absoluta, real, tangible, inminente de ella.
Ella se muere de verdad, no como normalmente muere la gente. Ella muere en una cama, sana y salva de su propia demencia, con frío y apretando las manos de quién la sostenga. Ella, la misma que recogió a mi padre en la escuela y daba arroz a los pollos con botas negras se muere en una cama de mosquitero descosido. Y aunque no puedo reclamar herencia ni parentezco alguno y en realidad, nada hace que muera como esperamos morir, se muere y me toca de algún modo.
Así con el aire de stacatto mozaresco, se va apagando y nos vamos apagando en ella, a miles de miles de distancia sin canciones ni lagrimones gordos ni gargantas atoradas. Sola, sin tocar, va a ser nana de otras latitudes y agitando un pañuelito blanco, le tiramos besos y abrazos y desearíamos creer que después, cuándo se vaya, estará bien. Entonces, ese aire frágil y omnipresente, esa esquina que se miraba con los ojos hacia arriba, aun de pie, ese lugar que se cedía primero, se muere y como se muere de buena gana la risa se amarga en la cara. Se tensan los músculos y nos apretamos los hombros en secreto diciendo: ojalá nos toque a nosotros igual. Pero el verdadero ojalá no es ese, el verdadero ojalá sería que no se borre la esquina, que la omnipresencia permanezca y no recibir testamento de que nos vamos borrando también. Si ella, que siempre estuvo, que es parte de estar aquí, no está más, adónde miramos cuando levantemos los ojos? Haría falta, para llenar ese ojalá, poder valerse de sí mismos lo suficiente, ser lo bastante grande para llenar el pecho y admitirlo con todas sus letras: está bien, pa'lante y pa'lante y que no se hable más que nos toca a todos, igual o no, mejor o peor, da lo mismo. Despedir el suspiro, tragar amargo y salir a la vida que, en fin, es lo que más jode de todo el asunto.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
califrío es mi palabra, igual que maraña. Pero te las presto.
Te extraño
-filo

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