BLANCOS RINCONES (estado coloidal)

En San Jose, en el colegio solia salirme para ir al cementerio que estaba a una cuantas cuadras. Me fascinaba el marmol y la muerte. No la muerte de los miembros, de los ojos llorosos de palas, sino la muerte de todo lo demas. Entrar en ese lugar lleno de estatuas y yerba era una muerte temporal del resto del mundo. Me parecia que el suelo siempre estaba presto a abrirse para tragarme y que si eso pasaba, en la superficie, todo quedaria tan encantador como antes, en el lugar de mi caida se erigiria otra figura en marmol sin pupilas y ya; a la semana estaria ennegreciendose con la intemperie, como todas.
Asi fue como me lleve hojas en blanco, dibuje muchas virgenes Marias con el cuello seminclinado y la tez salvadora, muchos Cristos de mediodia, de todos colores y tamaños, colgados de sus cruces y en el más absoluto silencio. Escribi canciones en el reverso de una libreta de matemáticas que hablaban del blanco y de su poco morbo. Cuando me las ingeniaba para hacer pasar a algunos de mis amigos por los portones de hierro, con la promesa de la aventura que me repugnaba un poco, fue por compartir ese silencio en el espiritu. El mundo esta saturado de Metallica y Black Sabbath, adonde yo iba no sonaba nada, y era hermoso. Los colores eran reales, nunca vistos, eran el testamento de nuestro tiempo. Los que serian descubiertos siglos despues, entre las ruinas de lo que somos por los que seremos. Bajo el polvo, queria estar yo, sentado en un banco, vivo, escuchando el silencio, saboreando el grafito sobre el papel bond, nada mas. Fue mi club literario, (allí termine de leer a Candido), mi círculo de poetas, mi fusion de musicas, mi puntito blanco en la hoja negra.
Fue hasta más tarde que me di cuenta de que, en realidad había dos partes del “Cementerio Obrero” (esos detalles obvios me son, por lo general, imperceptibles), que, para ahorrarme nombretes, denominaré como la de los ricos y la de los pobres. Y leí los nombres en el marmol, los apellidos, las medidas. Note que, a raiz de la division que acababa de descubrir, las estatuas en el más modesto de los cementerios se volvían cajas toscas y el marmol pasaba a ser cemento mal mezclado y una sustancia verde y hedionda salía de sus bordes en descomposición. Por lo mismo, en la otra parte, las imágenes que tanto me gustaban solo apuntaban hacia las cajas, con los ojos terribles, aterrados, con la certeza de que, no hay nada más cierto en el futuro que las cajas blancas, hediondas, abultadas y humedas. Mi paz habia desaparecido.
No le temo a la muerte, me parece muy natural. Si algún sentimiento tuviera al respecto lo resumiría en la curiosidad. No le temo ni le temía entonces, pero me molesta mucho que la muerte se venda tan facilmente; que en el único lugar que había encontrado para leer a Withman sin relacionarlo con nada, se hubiera colado Marx con su pedantería social; que hubiera rojo en mi blanco.
Resignado, me fui para aprender.
Ahora, aunque hace mucho que no entro a un cementerio en el mismo plan, he ido ganando facultades para pintar las cosas del color que se me antoje.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Adiós desde nuestro Boletín

Bienvenido a Gugacheck.com !