pequeñas revelaciones del artista hambriento en una de sus ultimas noches de otoño lejos del eden (o en la acera del paraiso)

Un par de días de mierda, coronados por la magia mística de toda la basura de los demás. El trabajo, mal. Los estudios, mal. El diseño, mal. Los amigos, mal. La música, mal.
Estoy tocando a media luz en el bar de los miercoles. Hay tres personas poniendo atención, los demás miran fijamente el fondo del vaso preguntándose como puede caber tan poco en un vaso medio lleno. Me pasé la entrada, el solo no suena. Termino. Hablo de mi, de ella, con ella. España es un lugar bonito, donde se odia todo lo que pasa acá. Odiamos juntos por un par de segundos. No sé decir nada más inteligente que "estoy de acuerdo". Fuck it all, fuck off, fuck this shit.
"Vosotros, en Barcelona la teneis hecha eh! Pensadlo bien!"
La miro a los ojos tratando de distinguir su color entre la música alta, mi falta de anteojos y el alcohol y la hierba en la sangre. Me rio. Se ríe. Hemos tocado mal al final de unos días de mierda. Más tarde me dirá la dueña que la ha dejado hasta su gato y yo le daré una palmada en la espalda para decirle que todo estará bien en el acto más cobarde de mi vida.
No sé quiénes están en el estereo. Ella sigue hablando de Barcelona, de las onzas de marihuana permitidas, de la hora de la siesta. Yo me sigo riendo mientras pienso que, tal vez, asi no tenga que responderle nada que parezca adecuado. No quiero que deje de hablar, pero no quiero reponder. Detrás de ella, la dueña baila pegada a un tipo que recién se encontró en el bar. Yo recojo mis instrumentos, me despido en español con un beso y noto su carmín de labios por primera vez. Hasta la próxima. Y la próxima es una mujer indefinida, sin rostro que se viste todas las mañanas en silencio para no despertar a su hombre en la cama. Y se va meneando el culo de una forma tan sui generis que me quedo viéndola e inclino la cabeza para pensar casi en voz alta: mañana tengo que levantarme temprano.