LA BESTIA

Sucede que, regresando de las clases de matemáticas, cuándo más pesa el día anterior, un pajarito caía en picada sobre la calle.
Voló a la izquierda de la misma queriendo sortear la bestia de metal que me llevaba. Como siempre hacen, se acercó al suelo en lo que aceleraba su descenso, más rápido, más rápido, va a pasar intacto...
Pero las matemáticas en la mañana siempre son traicioneras y fue a dar contra el foco izquierdo del carro. Mi carro. Un golpecito seco en la luz delantera, una pluma, un ala, y el retrovisor revolcándose en contra-vía sin entender qué pasó. Dos bestias más de camino, con las patas abiertas y la boca de hierro, rápidas...
Cuando entendí qué había pasado, regresé con la esperanza de recogerle el ala, y tal vez, cuidarle en el alpizar de mi ventana por un tiempo (esas buenas acciones de los libros rusos para niños...). Pero no encontré nada, ni un cadáver, ni plumas, ni sangre, ni pájaro.
A estas alturas no sé si fue que los pájaros se se han hecho cada día más fuerte o venía dormido tras el volante.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
menos mal que no fue un gato

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