SUEÑO III

Estuvimos en la parte trasera del salon de clases. Ella a mi izquierda, inclinada sobre un libro, dulce y bondadosa. Cuándo me pedia que le explicara, yo le balbuceaba cualquier por qué y ella me respondía con una sonrisa amplia. Luego me abrazó y suave, me besó la frente; yo recargué mi cabeza en su hombro y nos dijimos que todo estaba bien, que cómo habíamos durado tanto para darnos cuenta.
La clase termino y nos acostamos en el suelo, en una esquina del salón, sin otra premisa que la de sentir la piel en la palma de las manos. El avión salía en unos minutos y tal vez, era buena idea apurarse.
Y en el aire me dijo que se sentía mal, que la sostuviera, y yo la sostuve para que estuviera mejor. Pero ella lloró y me mojó la camisa con sus ojos rojos y sus labios hinchados.
No fue hasta bajar del avion (y del taxi) que me dio un segundo beso en la frente, en la puerta, arrancándome sus maletas de las manos, y construyendo una sonrisita obligatoria no dijo adiós y se volvio hacia la casa, dónde la esperaba otro hombre sin rostro.
Yo me quedé ahi parado, como un idiota, esperando otra señal. De algún modo me sabía la historia de memoria y no estaba realmente extrañado. No me asombraba otra cosa que la ausencia de una nubecita lloviendo sobre mi cabeza. Cuando se asomó por la ventana para ver si yo aun estaba ahi, se encogió de hombros para recordarme la irremediabilidad del asunto.
Después de un rato de observar la casa que se la tragó, me resigné a sentarme en la acera y concentrarme mucho en despertar.
Cuándo lo logré, no cabía en mí de las ganas de volver a dormirme y reventarle la puerta a patadas y volver a sentarme en la acera a ver cómo voy perdiendo todo lo que tengo.

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