ESTADO COPULATIVO DE UNA CONVERSACION INCONCLUSA

Aclaremos: el hecho de estar en los Estados Unidos no corresponde a mis ideas politicas. Punto. No adoro la libertad ni la democracia caucásica. Nunca soñé con fugarme en una lancha o cruzar una frontera ganándole a los pastores alemanes por el sueño del celuloide. Estoy aquí simplemente porque sí. Porque cuando estuve por un rato donde estaba, me acalambré y decidí moverme y ya. En cambio, lo único que realmente se ha movido ha sido mi Yoporfuera y el otro se ha quedado enamorado de las extremidades dormidas. Movido únicamente por extremidades latitudinarias que nos acontecen a todos, pero quieto por condición humana.
No secuestraré aviones ni llenaré los sobres con talco, pero si creo fielmente en el boicot a los poderosos. En que America es nuestra, como lo es el resto del mundo, y cuando hablo de America no hablo del continente, sino del planeta. El planeta americano que se cierra sobre nuestras cabezas, impuber, impulsivo, viril y de talones firmes. En el que cabemos todos, no por amplio ni funcional, sino por bello, por amoroso. Porque America, mi America, se acuesta y se abre con ponchos y plumas, piel morena y hombros fuertes y suben y bajan y extiende sus manos, callosas, no para recibir verde, sino para regalar pirámides y calendarios, esas piedras redondas y su bisutería del maiz. America que me acogió de muy niño, que flota y que no me exige partir, que, como una madre hermosa, siempre me espera a la vuelta con los ojos cariñosos y el abrazo fuerte. America que, en fin, es libre y democrática, porque no conoce toda la extensión de esas palabras y camina sin tapujos por si misma y en la que, otra vez, cabemos todos.
Siendo así, ciudadano del planeta, no permanezco precisamente por la contemplación de los tratados de comercio, por los buques de guerra ni por las manifestaciones histéricas de soberanía de los candados; los candidatos del mundo son pocos y hay un solo partido que se une en la punta de las narices: AMOR, y en el amor del mundo cabemos todos, amplios para abrir los brazos y abrazar lo que sea: tu ciudad en la montaña, mi bohio, sus precipicios y sus pampas que no son tuyas, ni mías ni de nadie, pero que viven contentos, sin sangre ni muertos ni revoluciones, pero con la profunda inmensidad de ser.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
t extraño

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