DE VIAJE EN MIAMI

Miami. La ciudad está llena de faltas de ortografía. La explanada del mundo cosmopolita con escarcha en la ropa y brillito en los pasos se nos acuesta por dos días para que rodemos sobre ella con toda comodidad.
En algún momento entre la playa, el calor, los pisos de altura, Christo, la galería fantasma española y el Coconut Grove me siento bien. Un minisegundo, pero eso basta para alertarme y alejar, como alejo todo de mi, el confort de la aceptacion. Y entonces me pregunto si ese confort se debe a mi transmutación lenta, imperceptible, en lo que odié tanto. Me asusto y me cierro: voy a abrir un libro y esperar que Miami se aleje de mi, cansada de preguntar.
Sin embargo la gente en la calle me recuerda un poquito a mi; a como fui, a como me sentí una vez, es cierto que la camisa semitransparente de la ciudad flota en el aire como una bandera pirata, pero, y si es eso lo que necesito? Un poquito de piratería en la vida?
El lugar está lleno de gente y hago fila para el ATM. El tipo de alante cuenta su nuevo manojo de billetes y se le cae un mísero dolar inadvertido. Se va. Rápido, me inclino, lo recojo haciendo malabares con el celular y las entradas y el refresco: "Excuse me sir, you dropped this!" Se vuelve, me mira desconfiado y toma el dolar maldiciendo un "thank you", imperceptible de no habermelo esperado. Se va y quedo yo parado frente al ATM, en una ciudad que desconozco, que es una vorágine y me asusta, rodeado de gente, mucha, mucha gente en movimiento, sin notar siquiera lo atónito que me deja mi buena acción del día. Y solo; solo como un perro, ante el desbordamiento de vida que, de repente, se me colaba en mi piratería cotidiana.

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