NOCHE

Una noche de inglés. Llegamos a la casa a ver qué pasaba. Había gente charlando en el portal sin sedazo con cerveza en la mano. La cerveza era mala y lo supe de inmediato, pero Alejo no, y la aceptó sin remilgos. Pensándolo bien, qué soy sin una fría? y acepté la otra.
Sin hablar, la dueña de la fiesta conversó con nosotros. Soy un bicho extraño en una fiesta de narcodependientes que, como yo, se drogan de nadar fuera del agua. Fiesta? dije fiesta? quise ser más sobrio y llamarla "reunión".
Adentro. Chicos y chicas frente al TV (la posición natural del siglo). Alejo habla con alguien y deben conocerse porque tiene su mano sobre el hombro de su interlocutor. Al entrar, le vi abrazar a algunos, como si pudiera dejar en ellos la vida y levantar el aire fraternal de su propia revolución. Pero Alejo es un tipo raro, al menos para mi y nunca sé qué pasa por su cabeza, qué sé yo qué significa un abrazo en su idioma? Un apretón de manos que salga natural y si no sale, reirse con dientes separados y remendarlo sin que salga mal. Una palmadita en el hombro para remediar el embarazo e intimidar con los ojos fijos, inertes.
Ahora necesito un escape. Esta fiestareunión no ofrece ventajas para la asfixia. Miro hacia las puertas y el letrerito rojo y anglosajón de EXIT no aparece. Me desespero, aprieto las manos fuerte dentro de mis bolsillos y me muerdo el labio inferior. Sangro un poquito. Por qué no me habla? Tan dificil se me ha vuelto relacionarme que hasta cuándo decido salir del caparazón y conversar, y compartir, dejar de ser uno, solo salen los tendones apretados y evidentes en mis bolsillos. Se me mira, intento de nuevo y solo salen cosas como, "Bien, buen concierto", "Se te ve bien", "Qué se yo..."; en una lengua que desconozco, por decision propia. Frases diseñadas para cortar conversaciones. No como Alejo a dos pasos de mi, sentado a la derecha del taxista, en la cocina, hablando del clima y de cómo han destruido poco a poco los caminos, que las calles estas son para carretas y que hay mucho carro y mucho smog. Y yo? Aquí, tenso, duro, creo que hasta sudo, tieso en esta esquina, mientras todo pasa. Yo el tipo joven, con todo por delante: la vida. Yo, el que lo ve todo, al lado del mostrador y no hace nada, bueno o malo, no está aquí. Yo, ausente, al fin.
No quiero más, debo irme. Necesito volver a estar conmigo (adónde me dejé?). Una habitación a media luz y con la musica susurrándome al oido me llama ahora y no esta reunión absurda, la prueba viviente de que el hombre no es un ser social; no esta aberración de la cúpula amistosa.
Todo en una lengua extraña que no entiendo porque no quiero. Alejo sacó una guitarra de su bolsillo y se metió poquito a poco en el djembe del tipo con su mano en el hombro. Alejo, dedos de sable, con la vista en el suelo, pretendiendo estar concentrado, pretendiendo divertirse, pero, qué sabe él de divertirse? El vive en una calle con huecos y con gente que levanta la barra en la entrada. Y toca la guitarra enredándose con el nylon con la vista en el suelo, sin poder solear porque no hay otro instrumento armónico; solo un djembe, un triste djembe con la vista al suelo, fija e intoxicada. Alejo, que no me ha dirijido la palabra en toda la noche, que era mi amigo, o eso pensaba él.
Hay que salir. Una salida, ya!
Hay yerba, que sale del bolsillo. Se pasa de mano en mano, como la verdad en la canción. Y llega hasta Alejo, que la agarra, a la verdad, y la aspira, encendiéndola fuerte en la punta, y se la mete, como metio la guitarra al djembe, en los pulmones, y en la garganta. Y a tocer, (try not to cough, dicen por ahí, pero así sé que Alejo tampoco entiende porque toce aún más). Ahí es cuándo dice "Cojones", un cojones que va para mi, que no suelto la verdad, aún encendida en la mano de Alejo. Y dice cojones y no hold it in, o fuck, o shit, ni cierra los ojos para tirarse sobre su espalda. En cambio dice "Cojones" y deja de tocar, pasa la verdad hacia la izquierda y, con la guitarra en su mano derecha me indica que hay que irse ya.
Y nos vamos locos con la verdad, recién adquirida acomodada en la garganta y en el hombro de donde no podemos quitar la mano, aunque queramos.

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