RAPSODIA Y NOMENCLATURA

Uno de los escritos que exhumé recientemente:




“Alejandro, significado: El protector. De origen griego.”

El cursor tiritaba en la pantalla, demasiado luminosa como para que le prestara mas atención de la que, comúnmente, ya se le prestaba. Las ventanas se abrían y se cerraban con esa automaticidad suicida que impone la media noche cuando sabes que te encuentras solamente acompañado por un par de acordes de jazz.

Lloraba John Coltrane.

Pequeñas explosiones iridiscentes, imágenes acústicas bombardeadas por eufemismos y antojos de música bailable, antagónicamente bailable. Rides, redobles, saxos, contrabajos, guitarras eléctricamente sincronizadas al beat, al lead…

Y sin embargo se exhibía ahí, como un presagio de naufragio con voz burlona de “te lo advierto”(o “te lo advertí”): “El protector”. Más aun, Alejandro siempre fue mi nombre, creo que desde que nací. De origen indescriptiblemente humano. Descendiente de marcianos y de guerras. Ciudadano del espacio circunscrito por un par de cristales córneos. Por unos pocos grados de inclinación planetaria, cautivo de la inercia ambiental, vagabundo del velo.

Y no es que no estuviera agradecido por los naufragios, después de todo, qué satisfacción mayor puede tener una isla desierta que un naufrago ambulantemente distraído? Repetidas veces? Era que, de noche y lloviendo, y encima de todo con esa pesadez que se le encaprichaba siempre a Coltrane, esa manía despreciable de ponerse nostálgico, macabramente vivaz - como el recuerdo de vidas pasadas (de seguro, sacadas de algún libro) en Paris o en Londres o en New Orleans, en tertulias pseudo intelectuales que nada concluían, que llenaban los bolsillos de zapatos rotos y de canciones que se remiendan, a fuerza de cabezazos, con silbidos de tonaditas olvidadas - , la que nada tenia que ver con el augurio de mal humor con el que había dado en la pantalla. Es mas, si de agradecer se trataba, se me estaba permitido dar mas gracias de la cuenta. Ya había tropezado antes con un par de islotes, (aclaremos ahora mismo que no tengo intención de descubrir si, en el ejemplo pasado, yo era el naufrago o la isla desierta). Momento, hay un piano ahí, si…

OK, lets start over: empecemos por discernir a que quiero llegar. A alguna conclusión debe ser, sin duda. Después de todo nunca es fácil, ni saludable, dar vueltas a una idea por paginas interminables solo para chocar de frente con la verdad medianamente absoluta de que mi punto se esfumo entre el compás 126 y el cambio de tres por cuatro entre el tema y la frase principal de quien sabe que cosa.

Eso! La cosa es que era tarde y las pestañas pesaban más a medida que el cursor en la pantallita me decía que algo tenia que hacer, me exhortaba a charlarle, a darle vueltas, como buen habitante del Carrusel Gigante que siempre insistí en ser. “Algo niño! Baila, canta, da brincos, mánchanos, arrúllanos, golpéanos, pero algo! O es que has decidido quedarte ahí embelesado en el lugar que dices que te corresponde teniéndome frente a ti?” Ya sabia yo que esta costumbre mía de echarme las cosas en cara me iba a resultar molesta algún día, que eso de esparcir mis semillas eran puras patrañas, que en realidad nada se esparce ni se contrae ni se repele ni se atrae ni se disfruta siquiera. Que la gramática, como la aritmética, como la física, como las otras píldoras doradas son mucho mas que eso, son píldoras realmente doradas, totalmente vacías. Y entonces? Por que la insistencia?

No, no, la cosa es que la habitación era mas y mas oscura y que la vida se despegaba poquito a poco de la pared y me caía en las manos, virgen, atribulada de bienestar y de buenas rachas sedentarias. Que ya me sospechaba yo que era mentira eso del cosmos y el nirvana, Que no nos devolvemos en realidad al Universo. Que no somos, para nada, fichas y que no nos instauramos tableros. Que nunca llegue a ser candil ni a alumbrar nada ni nada por el estilo. Que, hasta donde es verdad eso de que estamos infinitamente jóvenes aun? – “Ay hijo! No sabes lo que te espera! Tienes toda la vida por delante!” –.

No, no, carajo! Que no! Que la cosa esta en que nunca tuve culpa de nada. Que todo paso muy rápido, lo juro! Fue, literalmente un abrir y cerrar de ojos y me encontré ahí de frente al maldito cursor de la desgraciada pantallita, enano y parpadeante como la mas puta de las piedras en el zapato, embarrado de mierda, atollado hasta las mismas rodillas de porquerías. Mal hablado el muy socarrón, diciéndome que tenia no se cual obligación de hacerlo rodar, de hacerlo creer, de darle pretextos y vidas, santiguadas, inmóviles, sin licencia para atribularse – podría decirse – que le diera tildes y maltratos, que le hiciera sentirse parte del globo, en abstracción total o absoluta, levitar en Nunca Jamás, meditar en función de.

Que no! Que no, digo! Que la cosa era mas bien que el canalla de Coltrane no hacia mas que susurrarme al oído ventosidades obscenas, Levantándome a dar vueltas y a desear que fuese, en la vida real (porque descubrí ya que suele ser la única en la que se cree de veras) uno de esos fumadores empedernidos que se regocijan con el cáncer de su propia vacuidad concentrada en un asiento, alrededor del atril, de las cuerdas, los platillos, los pianos con olor a barniz carmelita y a estañones supersonoros; con una tos ronca y feliz por el simple hecho de sentirse tos viva. Diablos, si supera fumar como se fuma de veras! Fumar con humo blanco y embarazoso, fragante, doliente, poderoso, herrumbrante. Hacer close up a la boca abriéndose y soltando el humo, trivial humo, seductor humo, árabe humo, soñoliento humo, en cámara lenta mientras la trompeta eyacula improvisaciones en sonido estereofónico! A derecha o izquierda, up and down, a diestra…Baby, and with the blues down in your shoes…

Que no coño! Que no! Que la cosa es que habia que volver siempre al mismo punto del principio repetido al final, que el trabalenguas siempre fue y sera ambulante, como un aborto de los proscritos. Eso si, siempre fiat secundum artis o nos vamos todos a la reputa que nos pario, ok?

Que no! Mierda! Que no! Digo que la cosa es que de repente me veía impelido hacia la acción, que, concretamente era defender, proteger algo; a qué? Yo protejo, tu proteges, nosotros protegemos… hay alguien en esta habitación que no este viendo? Hay alguien que me espía indefenso? Ignorante de las leyes patriarcales del bien y el re-bien? I protect, you protect, we protect… ay Alejandro! Como insistes en equivocarte! En dar tumbos en pos de un origen convenientemente griego, no sabes distinguir aun entre la raíz y el gentilicio? Vamos, yo se que sabes escribir mejor que esto, otra vez… nosotros protegemos, ustedes protegen, ellos protegen… La cosa, mi querido Alejandro - en efecto, ese es vuestro nombre -, es que se encuentra usted embobecido por un par de sentencias odiosas que, aunque es cierto que lo obligan de una u otra manera a un fin razonablemente impío, no lo compelen absolutamente a la puesta en práctica de su redención total como autor, como ser divino, creador del cielo y de la tierra que descansa cada vez que se le antoje, siempre y cuando tenga usted bien claro, que le esta terminantemente prohibido hacerme perder ni un segundo mas de mi valiosísimo tiempo.

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