DESORDEN

"Dar es dar, y no explicarle a nadie, no hay nada que explicar.
Dar es dar, lo que recibes es tambien libertad"
(Dar es dar, Fito Paez. Euforia.)

Cuando era niño, el mundo era un lugar con los brazos abiertos. Todos eran amigos de mi padre. Todos sus colegas eran buenos, cándidos, hombres nobles de brazos fuertes que delegarían, gustosos, en mi la labor de construir el porvenir. El sountrack de mi niñez eran canciones de Silvio, de Síntesis, de Feliú y de un grupo ruso instrumental cuyo nombre no consigo recordar; y todas las estrofas de las canciones terminaban igual: "era extraño aquel hombre, o por tal lo tomaron, porque besaba todo lo que hallaba a su paso". Y ese era yo, un niño extraño que tenía un afán inaudito por besar. Me robaban los grandes para que cantara con ellos, para llevarme en la parrilla de una bicicleta, para que tocara otra vez el círculo de do, para enseñarles a vivir en la radio, para ver pinturas, para respirar a capella.
Y a mi me gustaba, lo recuerdo bien. Me gustaba que el mundo fuera un inmenso rayo de sol colgado de mi pañoleta de pionero. Recuerdo poder, sin esfuerzo alguno, despertarme en la mañana con los ojos grandes, listo, deseoso de las horas venideras. Recuerdo leer libros a duras penas a la luz de una vela, de una lamparita de cabecera o de un mosquitero mal puesto. Me gustaba la adrenalina de los segundos que precedían al escenario. Esperar tras las cortinotas a que terminara el que estaba antes, darle la mano pensando realmente que no había forma en que yo pudiera superarle, y salir como se sale al peloton con el pecho hechido y nervioso a hacer lo mío. Recuerdo que todos los aplausos me parecían ovaciones.
En la calle la gente se daba la mano, todos y todo estaba alli por una razón. Todo era necesario, el perro en la calle, la escuela de al frente, los dos o tres dementes caminando por la calle diciendo palabrotas, el vecino de en frente que tenía una Atari porque tenía familia "de afuera" y yo que simplemente era su vecinito. Todo estaba bien, no necesitaba más. Mi vida futura era espectacular: escuela, secundaria, pre, universidad, servicio militar, trabajo, mujer, hijos, nietos, mecedora en el portal de un pueblo siemprerural haciendole anécdotas a los más jóvenes, pasándoles la antorcha con los ojos cansados y orgulloso de ellos y de mi.
Era el período de las vacas flacas, aclaremos eso. Eran lo ochentas más malevos del mundo. Era cuando nos apagaban la vida a punta de cañón y nos amordazaban a migajas. Eran los años de la deuda externas. Eran los años en que caían los muros y la gente no era de aquí o de alla, sino que la gente era hermano, compañero, camarada. No había men, brother, licenciado o señor, sino que todos ibamos por la vida en una limusina común. Y mientras yo me dormía frente a la ventana casi en cueros del calor y del apagón, a la vista del barrio, contento de mi, en el resto del mundo la gente se moría de hambre y de publicidad.
Se tiraban al mar con ganas de soñar, cambiaban el idioma, planchaban ropa ajena, lavaban platos, pagaban, malamente una casucha y mandaban postales frente a un carro prestado y con la sonrisa blanca y almidonada invitandonos al desborde. Videos de maravilla en Disney, donde la bola gigante no lograba aplastar a Indiana Jones, los animales no mordían ni se morían de hambre sino que tenían tuercas y brillaban con una claridad desnatural. Cosas que mis matas de ciruela campestre no podrían igualar.
Pero mi mundo no dio nunca vueltas al revés, no aun. Siguieron la guerra, las misiones, las balsas, Scarface, el Mariel, los atendados, las jineteras, el turismo, las artesanías, las camisetas con la frase "Cuba va", el aire acondicionado de los hoteles, el caramelo derretido de calor en la acera, la Casa del Joven Creador, los juegos de bolitas, la izquierda, la derecha, las noventa millas que nos separaban del mundo, la TV por cable en Ancón, los mártires sin ojos y con sombreros y boinas, los tabacos, la oratoria en la tanda infantil, Arcoíris musical, Dia y noche, las aventuras, Escriba y lea, Contacto, la OTI, Cantándole al Sol, la Nueva Trova, Varadero, La Boca, La edad de oro, la Yuma, la Choping, la coleccion de envolturas de caramelo, la mochila con las tortugas ninja, los soldaditos de plástico, los rifles de madera, la subversion callada, las ideas desnudas, el teatro, el teatro en la calle, Rusia, Alemania unida, el mundo cada vez mñas post vietnámico, The Eagles, We are the champions, los Power rangers, el avión, techos de zinc, Costa Rica.
Ahi la rueda se detuvo un poco, ya no era el niñito besador sin miedo a las alturas. Ya podía romperme el brazo y volcarme en un carro. Recuerdo claramente haberme dormido con miedo a la Segua, al Cadejos o a la Llorona. Pero no era al folckore tico a lo que temía, no eraa mis nuevos amigos, no era a los malvadiscos nuevos ni al rey león, era al desorden total que, desde entonces sería el único orden en mi vida. Ya no había razón para nada, y a mis nueve años era claro que la mayor parte de lo que me rodeaba no pertenecía al mundo, era un capricho de las arenas movedizas y que muy facilmente yo tampoco sería necesario alguna vez.
Y crecí, no me quedó de otra. Crecí e intento dar, de verdad que lo intento, por dar. Por no dejar de regalar el mundo a mis sucesores en una mecedora semirural o en una cuna hecha a mano. Y por dificil que se me torna la tarea a veces, vuelvo siempre al coro de voces extrañas que me arrularon siempre desde mi estrella protectora y apolítica y canto con ellas: "quién dijo que todo está perdido? yo vengo a ofrecer mi corazón"

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
yo como que ya había escuchado una que otra de esas historias, pero no cae de mal recordarlas y saber una que otra nueva!

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