HEAVEN, I'M IN HEAVEN

Me siento a escribir algo, cualquier cosa. Es hora ya, ahora que tan cerca estoy de terminar, no puedo darme el lujo de permanecer así de lacónico y dejo a mi izquierda el libro que leo y el papeleo que me viene atolondrando desde la mañana para jalar hacia mi la computadora lagañosa del fondo del escritorio.
Y ahí va la primera tecla, la segunda, tercera y la primera palabra, tan inefable que, irremediablemente tengo que borrar al instante. Y a puertas cerradas Ella y Louis me cantan al oido desde los parlanticos minúsculos y chillones de la laptop que estan en el cielo, y no cualquier cielo, estan en Heaven; “and the cares that hung around me through the week seem to vanish like a gambler’s lucky streak”. Y no puedo escribir otra palabra, voy borrando todo lo que la negra más dulce del mundo me tarareó con su goce porque no es mío sencillamente y toda esa bondad de comadrona, de mujerona fuerte y dócil y querida y bien plantada con mamas dúctiles de la fertilidad de otro negro que no dice ni tomeito ni tomato sino que se encoge de hombros, buenachón y dice “Heaven, I’m in Heaven” me obligan a morirme de pena y de humildad. Y en lo del “clap hands here comes Charlie” no puedo más y cambio de disco para aquél de ojos azules que decía “Let’s fly with me, lets fly, lets fly away”.
Y aquí, con Sinatra me quedo con esa mezcolanza de sombrero, hombreras y zapatos de cuero brillante, que se queda tambien, “ckeek to cheek”, con las poquititas letras que voy empapelando. Algo se rompió, algo pasó, porque no puedo más, no soporto darle voz a una palabra más y quiero ir a que me arresten en la Alemania de antaño por el simple hecho de bailarle el swing a la vida. Quiero ir a explotarle los cachetes a Dizzy en una “wonderful night in Tunissia” y en cambio estoy acá con laptop y sombrero y traje de mafia norteña y un dolor de cabeza perro que solo se irá agravando en la medida en que “Frankie Blue Eyes” continúe preguntando me si “Ain’t that a kick in the head?”
Y yo sigo sin palabra propias citando las vidas de otros hombres, de otras mujeres que cantaban con los vozarrones más afables del mundo, que cantaban con clarinetes, que que cantaban con trompetas y abrazaban al planeta con un fueguito noble, humilde, austero, pero fatuo que se iba apagando poco a poco y se iba haciendo faraón, se iba haciendo esfinge y Anubis y una estatua de perfil en un café con chasquidos de dedos en lugar de aplausos.
No puedo seguir, justo cuando Ella, la negrona más linda del mundo, la única mujer que he conocido en mi vida, la más sólida base de azucar y de amor de todas las vidas y de todos los Armstrongs del mundo me pide con ese descaro de lujuria lubricada en la voz preciosa “cry me a river”. Y lloro por recibir su corazón “on a silver platter”, como bien dice en la canción y me quedo mudo, tan mudo que no puedo ni siquiera moverme, respirar o volver a mi.
Y sé que, definitivamente algo se rompio porque en mi oficina hay un solo idiota poniéndose azul y cantándose casi en un susurro “good morning heartache, what’s new?” junto a Ella Fitzgerald mientras los demás le dicen casi a gritos ya que estan a punto de cerrar y él no oye a nadie. Y me quedo, sin escribir y con las lágrimonas de mi negra musical solo en el local, con las luces apagadas y con la nueva obligación de cerrar con seguro después de partir.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me alegraste el día...

Vas a tener que enviarme ese tema mp3 a mi correo. Por cierto, me hizo recordar la negra voz que escucha el protagonista de la naúsea de Sartre

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