daytona beach

Si vas a Daytona Beach en primavera, asegúrate de llegar al anochecer. Las luces te van a saludar desde el puente con la certeza de que eres un viajero y que su brillito gastado es un brillito nuevo para ti.
Adéntrate en el pueblo y baja las ventanillas para palpar el aire de mar impregnado en los edificios. Busca los nombres de las calles para llegar timidamente al Seabreeze Boulevard. Allí, en la cafetería más destartalada parquea y búscate en los ojos locales. De ser posible, grita y canta, si no, baila, da brincos y mueve el cuello para sacudir las frutas sobre tu cabeza, colgando de tu vida...
Hecho esto, alista tu tienda de acampar y sal en busca de una reserva biológica adónde plantarte. Si no la llegaras a encontrar, tantea calles en la oscuridad hasta llegar al Atlantic Boulevard. Asústate por el olor de las habitaciones de hotel, pero elige una que el día siguiente te llama.
Levántate luego, solo o acompañado y busca el mar. Ahí, sentado brevemente frente a las olas, con las gaviotas huyendo de ti comprenderás que todo ha tenido sentido: el viaje largo, la noche cansada, la arena en la ropa, la bulla contagiosa... verás que estas vivo y, aunque breve, estuviste vivo en todo el trayecto hasta aquí.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Yeap. Comparto la idea. Hay lugares que impactan. Yo los llamo: "Lugares que son casa".
Anónimo ha dicho que…
...una vez más entro en la polémica de quienes somos y hacia donde nos dirigimos y retomamos la existencia crítica y miramos al pasado, y es ahí donde se encierran momentos como ese en los que nos hemos sentido vivos...
Anónimo ha dicho que…
Los lugares que el alma atesora viven en el recuerdo entre ovillos y aromas de pasada felicidad. Evocarlos es invitar una sonrisa.

Saludos.

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