Al incorporarse ya era de noche. Había pasado mucho rato en el sillón y ya la funda había vagado por todos los rincones de la habitación. La noche anterior había llorado como un niño y no pegó un ojo. Cuando amaneció caminó desnudo por su casa vacía, hizo un amago para cortarse las puntas del pelo, se duchó, se afeitó, y se acicaló como parte de un rito cuyo propósito final le era desconocido aun. Salió mojado del baño y caminó un poco más por la casa. Afuera el día era glorioso, no había ni frio ni calor y la luz se infiltraba por todas las grietas de su casa. De pie frente a la ventana pensó en salir a jugar con los niños del barrio, en romperse el brazo en un tobogán y volver llorando a los brazos maternos, pero se detuvo por la sobriedad de su imagen desnuda reflejada en un camión de Fedex. Se había sentado en el sillón de la sala, esperando una visita, un soplo de vida. Esto no era aburrimiento, le divertía inmensamente su estado actual. Sutilmente sentía crecer sus ojos, sentía e...
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