Se habló


Hablábamos hace poco del miedo a ser. Como extensión a una plática inconclusa (premnemente inconclusa) digo que el disfrute de las pequeñas y las grandes cosas depende mayormente de hacia adonde se mire. Hay gente que mira hacia adentro, hay gente que mira hacia afuera y hay gente que mira a otra gente y si estabas pesando en Bertolt Bretch, ninguno de esos es imprescindible, el disfrute verdadero, el menos impersonal, debe ser el de mirar hacia adentro. Y es precisamente la mezcla de terror y placer lo que acelera la adrenalina, eriza los codos y aprieta esfincters a través del planeta. Si no te gusta, explórate un poquito y vas a ver.
También se habló de anclarse en el centro propio, de concentrarse, de renegar de la vanguardia y de las modas. Sobre todo se habló de dejar que los gritos alrededor de uno griten. Uno, (Uno Valdivia, más específicamente) inmutable, impávido, seco, concentrado, seguirá tejiendo alrededor de su propia voz y si es válido ayudar o contribuir con la humanidad, Uno confiará en San Bibirloque. 
Todos estos aciertos saltaron a la luz hace poco. No a la vera de que podamos viajar sin pasaporte, de que facebook se incruste hasta en el teléfono, de Apple, de la masterización... a raiz sino de unas cuantas tardes de espera, de no atravesar la vida como un campo arado...
Y si, casi todas estas son frases prestadas, pero como diría Borges: "Shakespeare es, de algún modo, el miserable John Vincent Moon."

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